Cotillear es bueno para tu salud

Ya no tienes que disimular. Varios estudios demuestran que cotillear es beneficioso para nuestra salud mental. ¿Quieres pruebas? Según un estudio de la Universidad de Berkeley cotillear produce dos beneficios: primero, nos ayuda a mantener el orden social y segundo, reduce nuestro nivel de estrés. ¿No te lo crees? Sigue leyendo.

Cotillear

Difundir información sobre una persona tóxica provoca que la gente se sienta mejor

El estudio de la Universidad de Berkeley se realizó en 2012 y fue dirigido por el profesor Robb Willer, que en la actualidad imparte clases en la Universidad de Stanford. El equipo de investigadores trabajó con 300 individuos, que fueron reclutados a través de Craiglist, una web de anuncios y contactos. Este estudio demostró que cotillear es muy saludable, sobre todo si el motivo del chismorreo es el mal comportamiento de una persona.
Cotillear es algo normal, forma parte de nuestras vidas. Todas las personas compartimos chismorreos y tenemos en común una irresistible curiosidad por los cotilleos.
Diversos estudios posteriores han demostrado que compartir chismorreos con otras personas favorece las alianzas sociales, ayuda a encontrar la paz mental, promueve la interacción social y nos permite gestionar problemas con mayor eficacia. En lo que todos los estudios coinciden es en que los beneficios para la salud se producen cuando los chismes se cuentan en un tono positivo o neutral y no cuando se expresan con mala intención. Es más, hablar mal de otras personas, es decir, con la intención de dañarles o de forma despectiva parece que produce efectos totalmente nocivos para nuestra salud. La negatividad o la envidia producen unos efectos altamente negativos para nuestro estado de ánimo. ¿Será el karma?
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Los cotilleos nos unen y nos hacen mejores personas

Pese a que los cotilleos tienen una pésima reputación, lo cierto es que sólo un 4% de ellos son realmente maliciosos. Y lo que es más interesante, parece que los cotilleos fortalecen los vínculos emocionales entre las personas que los comparten. Sendos de la Universidad de Texas y de la Universidad de Oklahoma demostraron que las personas que comparten cotilleos que hablan mal de una tercera persona, refuerzan más su relación que si sus cotilleos hubieran sido positivos. ¿Te sorprende? Pues eso no es todo.
Según un estudio realizado por investigadores holandeses, los cotilleos nos convierten en mejores personas. Su estudio demostró que escuchar cotilleos sobre otras personas nos hace más reflexivos. Además, los cotilleos negativos provocaron que los sujetos que participaron en el estudio afirmaron que se sentían más orgullosos de sí mismos, y por otro lado los comentarios positivos les habían inspirado deseos de automejora.

Los cotilleos negativos transforman nuestros hábitos

Otros estudios realizados por las universidades de Stanford y Berkeley descubrieron que las personas que habían emitido cotilleos negativos dentro de un grupo solían ser excluidas por el resto. Pero esa reacción no fue lo más significativo. Lo que ocurría a continuación era lo que más llamó la atención de los investigadores. Estas personas, después de ser apartadas por el grupo, cambiaban sus hábitos e intentaban recuperar la aprobación de los otros sujetos. Para ello renunciaban a compartir cotilleos negativos.
Sin duda los resultados de todos estos estudios emiten señales contradictorias.
La opinión más positiva sobre el efecto de los cotilleos en los seres humanos es sin duda la que proviene del antropólogo, psicólogo y biólogo evolucionista inglés Robin Dunbar. Según Dunbar, nuestros antepasados primates se unieron como grupo gracias al rascado mutuo de sus espaldas. Ese sencillo gesto aseguró su defensa como grupo en caso de ataques de depredadores.
Con el paso del tiempo, los homínidos, al volverse más inteligentes y más sociales, formaron grupos demasiado numerosos como para reforzar sus vínculos simplemente con el método del rascado de sus espaldas. Ahí entró en escena el lenguaje. Y los cotilleos, según las teorías de Robin Dunbar, jugaron un papel protagonista. Las charlas distendidas y los cotilleos sobre otros miembros del grupo empezaron a otorgar a los primeros homínidos un sentido de pertenencia y de identidad compartida. Los cotilleos les ayudaban a comprender mejor su entorno, sentando las bases del complejo funcionamiento de nuestra sociedad actual.