Salimos de Siena, ciudad de calles tortuosas y empinadas
A pesar de la copiosa cena que nos puso sor Ginetta dormimos bien. Salimos del albergue y el día está totalmente nublado y con una lluvia que salvo escasos momentos acompañará nuestro caminar. Pasamos la plaza del Mercado y la del Campo y vamos a fotografiar el “duomo”. Lo hacemos sin problemas por fuera, pero debemos discutir con una joven que nos prohíbe entrar y convencer a un cura que en principio también se negaba a dejarnos pasar. Luego debemos salir porque otro joven, éste muy airado, se pone pesado y no queremos enfrentarnos más. La salida de Siena es muy pesada, con calles tortuosas y empinadas que parece que nunca van a acabar y continuas casas viejas de ladrillo rojo. Sin que la lluvia nos permita hacer fotos abandonamos por fin la ciudad y caminamos por las crestas de las colinas, viendo como los caserios se suceden pintando de color rojo el mar de color verde que forman los trigales que alternan con plantaciones de habas. La carretera SR2 que seguimos es ¡como no! estrecha, con continuas curvas y sin arcenes. Así pasamos Isola d’Arbia y Monteroni d’Arbia, donde no encontramos lugar donde dormir. En consecuencia seguimos camino y dejamos atrás también Lucignano d’Arbia para llegar a Ponte d’Arbia donde un señor inválido, de nombre Dino, que va en un cochecito de ruedas nos ofrece dormir gratis en el albergue de la Vía Francigena. El lugar está muy bien y dejando las mochilas nos encaminamos al restaurante que está enfrente y, tras pedirlo, nos dan una excelente comida. En dueño se llama Mali, y su hijo Nadim, son de origen palestino (concretamente de Amman, en Jordania) y verdaderamente generosos. Luego, con los diez euros que nos dio hace unos días una mujer, compramos la cena que cocinaremos esta noche en el albergue (espagueti con salsa arrabiata y fruta) y también leche y galletas para el desayuno de mañana.